Xipitecas: De María Sabina, el 68, Avandaro y otros temas…
- Jrz Beat
- 30 jun 2020
- 5 Min. de lectura
México fue un país de flores, de humo y conexiones con entidades divinas, y sobre todo, siempre ligado a la tierra de donde habíamos surgido y cuya evidencia se encontraba en el color de nuestra piel, rescatados nuestros huesos del Mictlán por el dios Quetzalcoatl y bajo la amenaza de un sol sediento de sangre de apagarse para siempre.
Con la llegada de los españoles, hasta la tierra de nuestras pieles dejó de pertenecernos y los colores de las flores no serían ya colores vivos, agrisados bajo el yugo de una nueva religión y una cultura extranjera, el sol se había apagado, tal vez para siempre, sobre la gran Tenochtitlan.
En los sesenta, las sustancias alucinógenas se habían convertido en la única manera de volver a abrir los ojos a la experiencia de un mundo que ya no existía más, y para el mundo esta sería la época para observar el pasado y decidir el futuro.
El acercamiento de artistas como The Beatles, David Bowie y Bob Dylan al uso de drogas como fuente de recreación los había llevado en un viaje que los haría cruzar fronteras y buscar nuevas experiencias en nuevos lugares, y los pueblos más remotos y escondidos se convertirían, al menos momentáneamente, en el centro del mundo.
De esta forma el mundo conoció a la tata cosechadora de “niños santos”, María Sabina, una indígena mazateca, una chamana que fue engañada por los medios para revelar un secreto milenario y, debido a esto, romper su pacto con lo divino cuando dejó a los científicos de pieles más claras cambiarles el nombre a sus niños y apoderarse de ellos llevándoselos lejos del suelo que los nutría.
Muchos que comprendían y respetaban la importancia de este suelo viajarían hasta Oaxaca para encontrarse con la Sabina personalmente, entre ellos famosos cantantes como Dylan, Keith Richards y John Lennon. Finalmente, María Sabina partiría con el ser supremo a los 91 años de edad con el remordimiento y llevándose con ella las almas de sus niños santos para siempre, afirmando que no volverían a tener nunca el mismo efecto sobre las personas.
Otras crónicas de grandes artistas del rock viajando por suelo mexicano se contarían a lo largo del país, y algo de ellos se quedaría para siempre mezclándose con el aire de una nueva generación ansiosa de un cambio en un país gobernado por una dictadura perfecta, y tras el surgimiento de los hippies en los Estados Unidos, en México se daría paso a los jipitecas.

También llamados macizos u onderos, esta tribu se distinguiría por el uso de sustancias alucinógenas y un comportamiento transgresor y rebelde que sólo podía interpretarse como una respuesta lógica ante los años de conformismo y negligencia frente a las injusticias sufridas en todo el país.
Historias de desaparecidos, ejecutados y encarcelados políticos sobraban, si bien no aparecían usualmente en los medios, sí llenaban las bocas de los habitantes de los barrios marginales, donde todo sucedía. La Onda, como se conocía al movimiento artístico de la época, con un toque de beatnik y mucho de la exaltación de las tradiciones y la vestimenta de las culturas indígenas, había atraído a muchos jóvenes con intenciones de ver otros planos fuera de la triste cotidianeidad que se pintaba de progreso.
La Onda recibía a los niños sin amor como la Tonantzin y les regalaba nuevas experiencias abriendo sus percepciones y haciéndolos idealizar un mundo mejor, más democrático y libre, la Onda se convertiría en el llamado de ayuda para los mexicanos alrededor del mundo a volver a sus raíces y no entregarse a lo mundano como hizo la tata y otros más.

Así surgirían bandas como el Three Souls In My Mind, Botellita de Jerez y Lira n’ Roll poniendo de moda el rock urbano, la voz de esta nueva generación con un toque de influencia americana en el caso de Three Souls y un poco más nacional en casos como el de Tex Tex; también aparecerían trovadores urbanos como Rodrigo González (“Rockdrigo”), el profeta del nopal, y Chava Flores, quienes tocaban en donde podían, reuniendo a los nuevos niños santos a su alrededor y recibiendo una moneda de los menos sensitivos a estos aires de cambio. De este movimiento surgirían éxitos como “En el Metro Balderas” de Rockdrigo o “Alármala de Tos” de Botellita de Jeréz, que hasta el día de hoy persisten como himnos del rock nacional que viajan inalteradas e intocables entre las nuevas generaciones.
Para el colectivo manipulado en su totalidad por un partido Revolucionario sólo en concepto (pues se había apropiado también del nombre) la juventud que se alzaba era un problema que requería de una pronta solución. La madrugada del 2 de Octubre de 1968, fecha que hasta el día de hoy no se olvida, el presidente Díaz Ordaz mandaba a las fuerzas armadas a reprimir un movimiento estudiantil durante la celebración de los juegos Olímpicos con cientos de detenidos, heridos y algunos muertos por mera intolerancia y la necesidad de ocultar la verdadera situación del país a los medios internacionales. La mañana siguiente, según cuentan, Jacobo Zabludovsky anunciaba en el noticiero que había sido un “día soleado”.

Los siguientes años no harían más que ahondar la herida perpetrada ese 2 de Octubre, el sucesor de Díaz Ordaz, Luis Echeverría, se proclamaría como el gran enemigo de las juventudes de “mariguanos” y “pachecos” (cuentan algunos, que la masacre también había sido obra de su concepción, pues aparentemente Ordaz no se encontraba en el país en ese momento). Atestaría su golpe final a la música durante un episodio llamado “Festival de Rock y Ruedas de Avandaro”, primera y única edición, donde se presentarían todos los grupos importantes de aquella época, con un repertorio que pretendía emular al Woodstock de los Estados Unidos y que sin embargo, no llegaría a concretarse, sellando para siempre el futuro del rock en México.
Luego del festival, los medios publicaron encabezados refiriéndose al desenfreno y el libertinaje exhibido en este ritual de perversión y abuso de sustancias. Aunque muchas de las afirmaciones fueron basadas únicamente en oídas y rumores, pues los que asistieron al festival niegan estos encabezados y quienes hayan escuchado la canción “Smog” de los Dug Dug’s saben el rumbo que pretendía tomar el rock nacional.
Sin embargo, esta controversia sería suficiente para que el presidente Echeverría, por medio de decreto oficial, prohibiera la libre transmisión del rock, colocándolo bajo la alfombra y empujando a muchos de los grupos que participaron en Avandaro a la clandestinidad.
Luego de esto, bandas como La Revolución de Emiliano Zapata, en principio de aire psicodélico, se pasarían a la balada, bandas como Tex Tex y Botellita de Jeréz no tendrían otro éxito más en la radio y la gran superviviente sería El Three Souls, que cambiaría su nombre simplemente a El Tri, esta identidad nacional en su mote, o bien, su extrema popularidad harían que siguiera sonando fuerte.
Actualmente, y luego de años de represión mediática, grupos como Café Tacvba, Porter y Zoé, entre otros, aún emularían al México del ayer en sus trabajos y en su estilo, produciendo éxitos comerciales que serían la base de un resurgimiento de la música y también de los festivales, el espíritu de Avandaro renace cada año en el Vive Latino, el sol brilla nuevamente sobre la gran Tenochtitlan, para no apagarse más.

Escrito por: Irám Díaz
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